La Antártida es el desierto más grande del planeta: prácticamente no llueve nunca, está despoblado y apenas alberga vida vegetal o animal. La ausencia de vida vegetal o animal significa que a los científicos que pasan largas temporadas allí hay que enviarles los víveres desde muy lejos y a través de rutas que sólo son accesibles unas pocas veces al año: en la estación polar Neumayer III, con temperaturas de hasta 50° bajo cero, las provisiones llegan una vez al año, hacia el día de Navidad — coincidiendo con el solsticio de verano allí.
Ese problema, o al menos una parte, es lo que tratan de resolver ingenieros alemanes del Centro Aeroespacial Alemán en colaboración con otros países, construyendo un invernadero de alta tecnología. El objetivo es que los antárticos puedan recolectar sus propios alimentos, según Business Insider.
La trascendencia del proyecto va sin embargo mucho más allá. Los investigadores e ingenieros tratan de desarrollar soluciones para los desafíos alimentarios de los próximos año: la creciente población, el calentamiento global y la exploración espacial demandan nuevos métodos de cultivar en regiones poco favorables.
Cultivar en la Antártida no es muy diferente a cómo sería cultivar en Marte, por ejemplo. Sin suelo, sin temperaturas suaves, sin radiación solar adecuada y sin atmósferas favorables porque no proporcionan el agua ni el dióxido de carbono que necesitan las plantas.
En la granja artificial los ingenieros tratan de dar con la tecla para que crezcan los cultivos: cereales, tubérculos, verduras, fruta. Para conseguirlo deben …