El fenómeno social (y virtual) de los 200 millones de jugadores responde al nombre de Fortnite. Un videojuego lanzado en 2017 que, casi sin comerlo ni beberlo, le ha dado un mordisco a la industria: ganó 3.000 millones de dó
lares a lo largo del pasado año solamente, 300 millones de esos gracias al impulso de su versión para la plataforma móvil iPhone.
Su mayor logro, sin embargo, ha sido instaurar el estilo de juego llamado «Battle Royale». Un modo de diversión que se basa en meter a cien jugadores en un campo de batalla abierto hasta comprobar quién es el último que acaba en pie. Por el camino, los aficionados, un centenar conectados simultáneamente a través de internet, deben adqurir nuevas habilidades y armamento, así como levantar diversas fortificac
iones (si conviene hacerlas) o desplazarse en vehículos.
La «gracia» reside en que poco a poco el área en el que se enfrentan se va estrechando y que, sobre todo, parten de la misma ventaja. De tal forma se pone a prueba en las mismas condiciones a todos, introduciendo, además, un componente desafiante que valora el esfuerzo y el trabajo de los jugadores. Hay que implicarse un poco para moverse y mejorar. Pero, a su vez, existen otros rivales al respecto. Uno de los más fuertes competidores es «PlayerUnknown's Battlegrounds» (PUBG) y, curiosamente, lanzado anterioresmente que Fortnite.
Ambos títulos, que se han enfrascado en varios litigios, se componen de la misma esctructura, sumergiendo al jugador a un combate …