El primer grupo de astronautas de la NASA, los siete del Mercury, estaba formado exclusivamente por hombres, entre otras cosas porque uno de los requisitos de la agencia era que fueran pilotos de prueba con experiencia en reactores militares. Y en aquella época las mujeres no podían entrar en las academias de vuelo de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos.
Sin embargo William Randolph Lovelace II, uno de los investigadores que ayudó a diseñar las pruebas que tuvieron que pasar los candidatos a astronauta, sentía curiosidad acerca de si una mujer sería capaz de superarlas.
Así que invitó a Geraldyn «Jerrie» M. Cobb, una conocida aviadora de la época, a someterse a esas mismas pruebas. Cobb pasó con éxito las tres fases en las que se dividía el programa de pruebas, con lo que ella y Lovelace, animados con esos resultados, se plantearon reclutar a más mujeres que se sometieran a las pruebas. Para ello contaron con el apoyo económico de Jacqueline Cochran, otra aviadora de la época.
De las 19 mujeres a las que propusieron pasar estas pruebas 12 consiguieron terminar la primera fase, y algunas llegaron incluso a someterse a la segunda fase de pruebas. Pero cuando las más avanzadas iban a ir a la Escuela de Medicina de la Aviación Naval para la tercera fase todo quedó parado porque la armada de los Estados Unidos no dio su permiso para utilizar sus instalaciones por no tratarse de un proyecto oficial.
Jerrie Cobb y Janey Hart, una …