L. N. Varon, residente en California, admiraba a Steve Jobs. Allá por 1983, el ejecutivo ya estaba inmerso en pulir los flecos que le faltaban al Macintosh original después de lanzar el Apple Lisa. Así que Varon se atrevió a pedirle por carta postal algo sencillo: un autógrafo.
En aquella época el correo postal era la norma, el electrónico ni siquiera existía para la gran mayoría de personas. Por lo tanto, Jobs no se extrañó cuando vio la petición en papel de lo que probablemente sería una montaña de correspondencia postal en su mesa de trabajo. La respuesta no puede ser más irónica.
"No firmo autógrafos. Firmado: Steve"
El CEO y cofundador de Apple respondió a Varon con una negativa que puedes ver en la siguiente imagen:
"Querido M. Varon, me honra que me haya escrito pero me temo que no firmo autógrafos. Atentamente, Steve Jobs"
Inicialmente esta negativa de Jobs pudo haber sonado a chasco para Varon, pero he aquí lo original del asunto: la carta estaba firmada. No, Jobs no firmaba autógrafos, pero esa misma carta de respuesta rubricada era, irónicamente, un autógrafo. La manera más sardónica de contestar, así se las gastaba el CEO de Apple.
Muy probablemente Jobs también vio la ironía de la situación —por fuerza tuvo que darse cuenta—, así que podemos calificar esa carta de respuesta como uno de los autógrafos más originales de la historia. O cuanto menos, curioso. Podríamos llamarlo el autógrafo que no es …