Las guerras tradicionales en las que soldados de élite armados hasta los dientes van camino de capitular. Hoy en día una invasión no por vía terrestre. Tampoco marítima. Los ejércitos son conscientes del nuevo campo de batalla, el ciberespacio, más rentable económicamente, más silencioso y, por supuesto, más efectivo. Los cibercriminales, en muchos casos cibersoldados preparados, pueden no solo derribar el ordenador de una persona en cuestión y hacerse con sus datos personales, sino poner en aprietos a todo un país como han evidenciado los últimos ciberataques a escala global.
El último, recibido esta pasada semana, se inició en Ucrania, desde donde saltó a otros países. La táctica fue, como en el caso de hace un mes, Wannacry, un secuestro de datos o «ransomware» que provoca el cifrado del equipo informático a cambio de un rescate, generalmente en bitcoins, la moneda virtual. El objetivo no fue tanto económico como perpretar el mayor daño posible. Aunque tuvo poca incidencia en España, este ataque puede enmarcarse en la ciberguerra que desde hace tiempo se está dando a nivel mundial. Y el problema es que, ante esta coyuntura especial, no existe una doctrina clara.
Escudos contra ciberataques
La estrategia de seguridad informática de los países suele centrarse más en la prevención que en una respuesta ofensiva clara, máxime teniendo en cuenta que muchas veces un ataque informático no se produce desde una ubicación concreta, sino en varias. Incluso desde varios puntos diferentes. Y tampoco por una sola persona. Puede darse el caso que …