Aunque en mi adolescencia (nota: soy milennial) era reacia a las redes sociales, acabé haciéndome Facebook cuando ya estaba en la universidad: fue la puerta de entrada a otras muchas que llegaron después, como Twitter o Instagram. Después me he ido haciendo cuentas de otras que han ido saliendo, pero ninguna ha conseguido que la use a diario. De todas ellas hay una red social que amo por encima del resto y a la que soy fiel incluso por encima de lo que se ha convertido ahora: soy usuaria de Twitter desde 2010 y no la cambiaría por nada del mundo.
Y eso que Twitter ya no es lo que era. El algoritmo ha cambiado tanto que ahora mismo la visibilidad es irrisoria salvo que pases por caja, lo que impide la esencia de la red social: leer y debatir con gente interesante, conocer otros puntos de vista e informarte.
Porque para mí Twitter siempre ha sido la mejor fuente de información, la posibilidad de leer de primera mano qué pasa en Gaza o en Estados Unidos. Y por qué no decirlo: Twitter ha sido la red social donde más me he reído. Eso sí, esos intercambios tan directos posibilitaban que ante una sonada metida de pata, la comunidad respondiera. A veces con más o menos gracia. Otras directamente de forma agresiva. Eso ha ido a peor con el X de Elon Musk.
Ojalá Twitter copiase esta función de Bluesky para evitar el acoso
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