Aunque el desierto del Sahara se encarga de colmar gran parte del territorio de Egipto, en el país también se encuentran otras acumulaciones de arena que, como si de océanos se tratasen, parecen infinitas. Como por ejemplo, el desierto Blanco, el cual se sitúa a unos 500 kilómetros de El Cairo y que recibe su nombre debido al color de su piedra caliza.
Asimismo, en REUTERS también señalan la presencia del desierto Negro, que a pesar de encontrarse a poca distancia del anterior sustituye completamente su paisaje. En esta ocasión se trata de un entorno casi volcánico con piedras semejantes al basalto que resaltan entre la blanca y fina arena.
Créditos: REUTERS
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Con motivo de la belleza de sus paisajes, los desiertos de Egipto son el motivo de visita para muchos turistas que buscan admirar la inmensidad de unas dunas que pueden alcanzar hasta 180 metros de altura. Debido a la escasa contaminación lumínica de sus alrededores, se trata también de un lugar ideal para disfrutar de un cielo despejado donde se puede contemplar la Vía Láctea en todo su apogeo.
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