"El hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupo porque es gregario, pero lee porque se sabe solo." -Daniel Pennac
Hay muchos hábitos que son considerados poco útiles o deplorables, así como otros aplaudidos por demás, elevados a una especie de triunfo en la vida y dignos de presumirse. Uno de estos últimos es, sin duda, la lectura. Leer puede ser uno de los hábitos más apreciados y alabados de las personas. Algo así como una estrella en la frente; una actividad que, por sí sola, habla muy bien de quien la ostenta, presume o anota (en lo más alto y admirable) de su lista de actividades más preciadas y que se codea casi, casi con las virtudes.
Sin embargo, leer, o al menos lo que entendemos por leer, así como la sentencia: se deber leer, tendría que ser analizado, y entender bien qué es lo que ostentamos cuando señalamos este hábito como punto bueno en nuestra biografía; también por los que apuntan a la lectura como la actividad sublime e intelectual a la que todo mundo debería avocarse, o por los que dedican su labor en convertir a los niños analfabetas en lectores consumados.
Y es que muchas veces olvidamos lo que Daniel Pennac dice:
El verbo leer no soporta el imperativo. Aversión que comparte con otros verbos: el verbo "amar"..., el verbo "soñar"...
Y seguimos en el discurso verborreico (con su buena dote de citas bibliográficas) sobre la importancia de leer; más aún: lo importante …