La evolución de Amazon es digna de estudio. Es el paradigma del emprendimiento: se creó en un garaje y ha conquistado el mundo. Representa el esfuerzo de un hombre, Jeff Bezos, una de las personas más ricas del mundo. Austero y discreto, ha aplicado su personalidad al modelo empresarial del gigante del comercio electrónico. Sin quererlo ni beberlo, de manera sibilina, desde su nacimiento en 1994 ha penetrado en innumerables sectores, aunque con una contrapartida: amenazando su supervivencia. La multinacional ha continuado buscando otras áreas comerciales para seguir expandiéndose.
Adaptarse o morir es la filosofía. Para muchas empresas, el poder acumulado por la compañía ya es imparable. El reciente anuncio de lanzar una farmacia online para vender fármacos a los estadounidenses ha evidenciado, una vez más, los enormes tentáculos que ha extendido en sectores como la distribución, el reparto de mercancías, la compra-venta de artículos, el cine, la música, la robótica industrial. Todo gira entorno a Jeff del gran poder. El cerebro detrás del Kraken. No hay sector en el que quiera estar presente. Y como las langostas, allá por donde pasa deja huella.
Al contrario que Google y Facebook
, el negocio de Amazon no depende en su mayoría del oligopolio de la publicidad digital. Sus cuentas se hinchan gracias a las ventas online (todo lo que se compra a través de su plataforma) y a Web Services, su división destinada a arquitectura en la «nube» de la que dependen innumerables empresas como Spotify, Netflix, Airbnb o Uber para estar …