Hace unos meses Netflix tomaba una decisión polémica: cambiar su política de cuentas compartidas, lo que en la práctica implica dejar de compartir dividiendo el importe oficial para pasar a pagar más. La otra alternativa pasa por suscribirse a uno de sus planes más asequibles, con la novedad de su plan barato con anuncios. Quienes vemos Netflix nos tomamos esta decisión casi como un duelo y a los hechos me remito: la fase de la aceptación pasa por Netflix firmando sus mejores cifras desde 2020. El camino de Netflix es el caballo de Troya de lo que se nos viene encima: todo apunta a un cambio de paradigma en el que pagar por ver la tele, por el electrodoméstico y al mismo tiempo tragarnos anuncios.
Netflix es el servicio de streaming por excelencia y el motivo es que llegó antes que nadie. Llegar antes supone una ventaja en el mercado, pero también un expertise y un desarrollo de producto más avanzado que les hace establecer una hoja de ruta un tanto experimental propia de su posición adelantada cuyos cambios son observados atentamente y replicados por la competencia simple y llanamente porque la competencia es feroz y la industria audiovisual hollywoodiense es deficitaria. Un dato: en marzo de 2022 la deuda de Netflix ascendía a los 14.500 millones de dólares, un ratio debt to equity en la línea de Disney o Paramount.
Hay una tele en mi anuncio
Las producciones propias son caras …