Esta es una explicación de por qué los principales galardones de los Premios Oscar de 2017 carecen de la más elemental coherencia.
La última ceremonia de los premios de la Academia de Hollywood será recordada por el gran bochorno final, cuando se traspapelaron los sobres con la película triunfadora de la noche y luego, en medio de los discursos de agradecimiento de los productores de La La Land, dirigida por Damien Chazelle, tuvieron que corregirse y anunciar a Moonlight, de Barry Jenkins, como la verdadera ganadora. Pero esta vergonzosa equivocación como remate del espectáculo, con el galardón más significativo y frente a millones de espectadores de todo el mundo sólo sirve, a ojos de quien no se quede en tan simple anécdota, para multiplicar la sensación de arbitrariedad tremenda en las películas elegidas como merecedoras de los premios de mayor importancia, los cuales quizá no sean más que relumbrón.
La bochornosa confusión con el Oscar a la Mejor Película de 2017 multiplica la sensación de arbitrariedad del premioEl conflicto principal se produce cuando un filme logra el Oscar al Mejor Director pero no el de Mejor Película, lo que en estos premios ha sucedido veintiuna veces y, en festivales que se supone que merecen mucho más respeto como el de Cannes, es lo habitual. Hay quienes defienden esta diferencia arguyendo que una película puede poseer una dirección soberbia pero no dar la talla en otros departamentos y, entonces, no haberse hecho acreedora de este galardón porque reconoce el esfuerzo creativo de …