Tomar una decisión millonaria nunca es fácil. Steve Jobs siempre será el nombre asociado al iPhone. Pero hubo un tiempo donde el producto más exitoso de Apple no era más que un titubeo, una de las muchas ideas timoratas que podrían haber terminado enterradas en un cajón.
Hay un libro que relata vivamente esta relación tensa entre Jobs y el iPhone: 'The One Device: The Secret History of the iPhone', de Brian Merchant refleja algunos de los detalles más curiosos, como la constante contradicción de inversores y ejecutivos y la oposición del propio Steve Jobs a su producción. Según Merchant, Jobs se negó en varias ocasiones al concepto de teléfono móvil, llegando a decir que los teléfonos de ejecutivo "dan asco". Pero, como suele decirse, si vas a hacer algo, hazlo bien. Y así fue.
El iPhone comenzó como un proyecto experimental emprendido sin su conocimiento, se convirtió en un proyecto oficial a instancias de su personal ejecutivo y fue diseñado por un equipo de programadores y expertos en hardware brillantes e insondablemente trabajadores — Brian Merchant
Aceptar el iPhone fue un acto de fe
El rechazo original partía de un concepto: "no somos muy buenos pasando por orificios para llegar a los usuarios finales". En realidad, este era un dardo lanzado a los operadores de Estados Unidos, a dos gigantes como AT&T con quienes finalmente llegaría a distintos acuerdos para aprovechar sus redes de distribución.
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