De la aparente nada, Apple nos sorprendió a todos ayer presentando varios productos. Cierto es que son los Mac mini M2 y los MacBook Pro M2 los que se llevan la atención, pero como la parte común de su nombre indica, la estrella del espectáculo son los nuevos chips. Unos chips, la segunda generación de Apple silicon, que nos demuestran de lo que es capaz el silicio de Cupertino.
Tras la primera iteración de Apple silicon, ahora contamos con chips M1, M1 Pro, M1 Max, M1 Ultra, M2, M2 Pro y M2 Max. Bastantes chips con diferencias clave entre ellos, con evolución entre versiones y con, sobre todo, un público objetivo para su potencia y capacidades. Pongamos un poco de orden.
Un System on a Chip es sinónimo de versatilidad
La base de todos los chips M es la misma, pero las diferencias entre ellos son notables. ¿Por qué? Porque son SoC, System on a Chip. No podemos llamarles procesadores o GPUs, son un compendio de componentes el uno al lado del otro en un mismo panel de silicio. Esto significa que Apple tiene una gran libertad para añadir o quitar componentes sin variar demasiado el diseño.
Es algo así como un Mac Pro y su genial modularidad. ¿Trabajamos mucho en gráficos? Pongámosle un par de aceleradores. ¿Necesitamos mucha conectividad? Pongamos un módulo con más puertos. Podemos añadir más RAM, podemos ampliar el almacenamiento. Y esto es justo lo mismo que hace …