En los últimos coletazos del siglo XIX, un joven veinteañero llamado Guillermo Marconi (Bolonia, 1874-Roma, 1937) se afanaba en su propia habitación con unos aparatos que pocos comprendían. Eran capaces de enviar y recibir mensajes como por arte de magia, sin cables, gracias a las ondas electromagnéticas. El entusiasmado Marconi, que había construido las bases de su conocimiento en las Universidades de Bolonia y Florencia, consiguió retransmitir desde los 30 centímetros de separación a los 2,5 milímetros de distancia. Pero aquello de que uno no es profeta en su tierra se volvió a cumplir con este ingeniero al que muchos atribuyen la discutida invención de la radio: mientras Italia ignoraba sus logros, Inglaterra le prometía «El Dorado» del progreso.
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Nada más llegar a Londres consiguió el respaldo del ingeniero jefe de Correos y mucha más atención de la que había soñado. Tras muchos experimentos, en julio de 1896 registró la famosa patente número 7.777, aunque desde Rusia se le cuestionaba haber sido el inventor de la radio: el físico Aleksandr Popov presentó ese mismo año un receptor muy similar al suyo. No sería la primera polémica en torno a la figura de Marconi.
Portada con el inentor Marconi desembarcando en Cádiz - ABC
Se alió con su primo para crear la Wireless Telegraph and Signal Company, Ltd., compañía con la que consiguió, primero, conectar por radio los dieciséis kilómetros que separan las islas británicas con Europa y, más tarde, …