A lo largo de mi vida he pasado por muchos navegadores. Como mucha gente en Windows, empecé por el clásico Internet Explorer, hasta que conocí Mozilla Firefox y me quedé años en él, realmente disfrutando de navegar por la web.
Luego pasé unos años en Chrome hasta que me pasé a Mac, y desde que hice la transición, usé Safari. Mis motivos eran claros, me parecía un navegador rápido (y con un motor de Javascript muy optimizado) y bien sincronizado con el iPhone y el iPad. Sí, a nivel de extensiones dejaba y deja mucho que desear, pero a mí me servía. Hasta que dejó de valerme.
Por qué dejé Safari
El viejo Edge pre Chromium nunca me gustó mucho en Windows 10, así que cuando Microsoft anunció que adoptaba Chromium, era de los que pensaba "para eso ya tengo Chrome". Sin embargo, comencé a estar descontento con Safari porque aunque exigiéndole poco es muy rápido, con un MacBook Air con 8 GB de RAM y mucha carga de pestañas se quedaba mucho en blanco, literalmente.
No un poco de latencia al cambiar entre pestañas por tener que recurrir a la memoria virtual del SSD, no. Pestañas literalmente congeladas. Cambiaba a ellas y no ocurría nada. Y en algunos casos, no me dejaban ni refrescar. En ese momento, decidí que necesitaba un navegador con mejor gestión de recursos cuando operas con muchas pestañas, como era el caso.
Los problemas de Safari en mis usos diarios me hicieron dar …