Los contenidos digitales tienen su propia problemática. Por ejemplo, si yo compro un libro electrónico ¿puedo compartirlo? Eso no sería siquiera una pregunta si se tratara de un libro en papel, porque si lo quiero compartir, tengo que prestárselo a alguien y yo me quedo sin libro. En el caso de los libros electrónicos bien puedo hacer una copia del mismo y mandársela a la persona que yo quiera y entonces ambos tendremos una copia idéntica del libro electrónico.
Borland, por ejemplo, cuando vendía su popular software de desarrollo, como Turbo Pascal, indicaba en su licencia de uso que el software debería tratarse como se trata un libro en papel, es decir, el cliente podía instalarlo en cuanta máquina quisiese, pero sólo podría usarlo en una máquina a la vez, es decir, como si se tratara de un contenido físico, como un libro.
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Pero la tecnología nos ha permitido ahora tener todo en archivos digitales, los cuales son fáciles de copiar y distribuir. La música, por ejemplo, se vende en formatos electrónicos como mp3 y hoy en día prácticamente cualquiera puede copiar y compartir con quien quiera sus gustos musicales. Una vez hecha la compra de un archivo de música digital, pues ya es de uno de aquí a la eternidad.
Sin embargo, esto no le convence a ningún creador de contenidos y en muchos casos se han buscado modelos de negocios que impidan fácilmente las copias o de plano, no se puedan …