Puede que los usuarios que se sumaron después de 2014 no lo recuerden. Pero WhatsApp, sobre todo en sus inicios, era como una escopeta de feria. Fallaba muy a menudo. Las caídas del servicio eran recurrentes. Día sí, día no se producían fallos técnicos que dejaban sin conexión a miles de personas. Se entendía por su filosofía «startup». Se comprendía. Y se perdonaba. Era una razón obvia al tratarse de una pequeña compañía que daba sus primeros pasos. Que sus servidores se colapsaran por las ingentes peticiones de nuevos usuarios y el procesamiento de las miles de conversaciones era asumible.
Todo cambió con su llegada a Facebook a pesar que tres días después de efectuar la compra se dio un batacazo. Bajo el paraguas de la multinacional americana, lo que era tan solo una mera pero prometedora aplicación de chat se empezó a mirar con lupa. No había justificación en caso de sufrir un desliz técnico. No se podía colgar ni siquiera diez minutos el servicio. Se hizo suya una de las grandes obsesiones de las compañías de internet, soportar el esfuerzo de la escalada internacional. Y durante todos estos años ese problema parecía haberse corregido al formar parte de uno de los mayores entramados de internet.
Y la ocasión de volver a aquellos momentos de incertidumbre que sus seguidores se lo tomaban a risa se produjo ¿casualmente? este miércoles durante la presentación de los resultados de Facebook. Por el momento se desconocen las verdaderas causas del servicio, aunque …