Cuando pequeños ajustes a obras clásicas puestos a nombre de cualquiera se convierte en una acción que permite embolsarse millones de euros.
La Sociedad General de Autores y Editores rezuma podredumbre por los cuatro costados. Del que un día fue un órgano creado por y para los artistas, por sus derechos, no queda hoy sino una mala broma que no sol… Seguir leyendo...