Netflix la está pasando un poco mal. Por primera vez en su historia han perdido suscriptores y se han desplomado en bolsa. La empresa ya está anunciando medidas para combatir el problema que no han sido precisamente bien recibidas por el público. Por un lado están los constantes aumentos de tarifas, pero ahora además se plantean unos planes más baratos que muestren publicidad.
Por otro, está lo de acabar con compartir cuentas de forma ilimitada, y por supuesto, también está el tema de su problema con el contenido, que es tremendamente abundante pero no por eso de calidad y mucho menos consistente. Y sin embargo, ninguna de esas cosas me movió la mano definitivamente a cancelar el servicio. La razón más importante por la que cancelé Netflix es la mala experiencia de usuario.
La involución de Netflix
En los primeros días de Netflix todo era unicornios y arcoíris. La plataforma tenía poco contenido original, pero el que tenían tendía a ser muy bueno en su mayoría, y por ende, fácil de encontrar. El contenido no propio abundaba más porque antes no había tanta competencia que se llevara su material a su propia plataforma y dejara de licenciarlo a Netflix.
Las aplicaciones de Netflix siempre han sido buenas, el servicio prácticamente nunca se cae, la calidad es más que decente (aunque está por debajo de varios competidores) se puede navegar rápido y cómodamente, hay un montón de categorías ocultas interesantísimas …