Un simple vistazo a los móviles de gama alta de este año basta para darse cuenta de que, sobre el papel, las especificaciones técnicas de los nuevos iPhone no destacan en absoluto. Nada de cámaras de más de 100 megapíxeles, ni teleobjetivos con zoom de 50 ó 100 aumentos, ni memorias RAM de dos dígitos, ni baterías con varios miles de miliamperios extra. Muy al contrario que los demás, en efecto, los de Cupertino ni siquiera hacen públicos algunos de esos guarismos.
Sobre el papel, insistimos, podría parecer que incluso el mayor de los nuevos iPhone, el 12 Pro Max, no es más que uno de tantos dispositivos de gama media. Aunque, eso sí, con un precio que no baja de los 1.200 euros en su versión más económica, la que ofrece 128 GB de memoria para almacenamiento, y que supera los 1.600 euros en la que incluye 512 GB.
¿Por qué entonces el nuevo buque insignia de Apple se considera no sólo de alta gama, sino un móvil icónico, entre los más deseados del momento? ¿Y cómo es posible que con sus escuetas cámaras de 12 megapixeles sea capaz de conseguir imágenes extraordinarias (de hecho, mejores que las de la mayoría de su competencia) y vídeos cuya calidad, estabilización, detalle y nitidez nadie ha podido superar hasta ahora? ¿Cómo se explica que a pesar de su «poca» memoria RAM este terminal pueda ejecutar sin problema media docena aplicaciones a la vez, sin que ninguna se resienta o se ralentice?
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