Cambio de teléfono móvil cada dos años y de ordenador cada tres. Por un lado, porque como persona que trabaja en tecnología, gusta de probar lo último que sale. Por otro, es una cuestión de ir renovando equipo periódicamente invirtiendo lo que saco de vender en el mercado de segunda mano lo antiguo. Pero hay otros dispositivos que me acompañan hasta que mueren o se quedan obsoletos. Puede que sean gadgets no centrales, como periféricos o accesorios, más asequibles o que simple y llanamente no uso tanto. Hace aproximadamente un mes cambié de ordenador: de mi Mac Mini con el último procesador de Intel al nuevo Mac Mini con M2. La experiencia no ha podido ser mejor salvo por algo: ya no puedo usar mi impresora.
Aunque en mi casa hay teléfonos, tablets y televisores con Android y un ordenador con Windows, mi ecosistema de trabajo es de Apple. Empecé con un iPhone y un par de años después di el salto a un MacBook Pro. Me convencieron sus acabados y su pantalla, me reafirmó que viniera con el sistema operativo y una suite de trabajo completa y que funciona bien, pero si hubo algo que me enamoró, fue lo bien que se entendía con mi teléfono para alternar entre ellos información y flujos de trabajo. Posteriormente llegó el Apple Watch, los iPad y los Mac Mini. Salvo el Apple Watch, que se me cayó de la muñeca y su pantalla se rajó, y el primer iPad que heredó mi …