Los teléfonos móviles inteligentes no son malos de por sí. Demonizar la tecnología es un error demencial, sin lugar a dudas, porque a lo largo de la historia de la Humanidad los avances han permitido el progreso de las sociedades. Aún así, muchos inventos se han empleado para fines negativos y crear daño.
Las redes sociales es un ejemplo relativamente reciente; unos servicios ideados para conectar a los ciudadanos y que gobiernos y grupos han utilizado para controlar y espiar a los ciudadanos. A veces, sin embargo, no somos conscientes de adónde van a ir a parar las imágenes y fotografías que publicamos en nuestros perfiles. Con la entrada en vigor del Reglamento General de Protección de Datos se promete una mayor seguridad acerca de para qué van a usar las empresa tecnológicas los datos personales.
Aún así, es cierto que muchos usuarios, sobre todo entre los más jóvenes, publican constantemente imágenes personales que, a pesar de sus inocentes intenciones, puede utilizarse por personas con malas intenciones. Esa práctica tiene un nombre, «oversharing». Un comportamiento que la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) lo describe como «la sobreexposición de información personal en internet, en particular en las redes sociales a través de los perfiles de los usuarios».
El exceso de información facilitada en internet, así como el comportamiento de los usuarios en las propias redes sociales a través de sus identidades virtuales, suponen una «información fácil de aprovechar por usuarios malintencionados» que facilita la comisión de determinadas …