Hay tareas que son sorprendentemente rápidas y fáciles de hacer: suscribirte a un servicio, hacer una compra, iniciar sesión... pero recorrer el camino inverso, ya tal. La consecuencia directa es que bien sea por comodidad, falta de tiempo o de conocimientos, nos quedemos donde estamos: esa prenda que compraste en internet pero que no te termina de convencer, otro mes más pagando esa suscripción o con la cuenta abierta. Bendita Maldita inercia. Por supuesto, no es casual. Porque cerrar sesión tiene implícito cierta desconexión que no interesa.
Pienso por ejemplo en nuestro ordenador o teléfono personal con unas cuantas pestañas abiertas en el navegador y esas aplicaciones funcionando en segundo plano, agilizando el momento en el que queremos volver justo donde lo dejamos y por qué no decirlo, recopilando datos. Un caramelo envenenado.
Si hago balance de las veces que cierro sesión en Twitter a lo largo del año, creo que me sobran dedos de la mano y normalmente lo hago o bien por mi trabajo (quizás porque estoy en un equipo que no es el mío), alguna que otra vez porque quiero desconectar (las menos, lo confieso) o de forma indirecta porque he limpiado el navegador.
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