Hace unos meses fui a una conferencia en donde se hablaría de la programación de computadoras y los niños. La doctora, de quien me reservaré el nombre, hablaba de su experiencia de enseñar programación a chicos de 6 a 11 años de edad, aproximadamente. Su argumentación es que estos niños aprendían muy rápido las artes de la programación y mostró algunos ejemplos simpáticos de software creados por estos chicos.
Al término de las preguntas y respuestas, me presenté con dicha doctora y le dije que no estaba de acuerdo con su percepción. Una cosa es enseñar a un niño los temas básicos, la asignación de variables, los ciclos iterativos como el “for”, “repeat” y “while”, así como incluso la idea del “goto”, que ya Dijkstra la declarara como dañina parea el programador. Pero hice énfasis en que programar era mucho más que eso.
La doctora me indicó que los chicos estaban animados en sus cursos de programación porque podían hacer jueguitos sencillos pero que les daban esta sensación de creatividad. Y le dije que no lo dudaba, pero que de ahí a llamarse programador hay un largo camino por recorrer.
Le expliqué entonces que ya quisiera ver que un chico pueda entender fácilmente la programación orientada a objetos, por ejemplo, lo que significa la herencia y el polimorfismo. O bien, que pudiese comprender las estructuras de datos dinámicas, los árboles binarios, los “records”, el manejo de lenguajes como SQL -que se incorporan en muchos lenguajes de programación (por ejemplo, vía componentes)- y que …