Llevaba varios días en el desierto. Sus extremas temperaturas me tenían sumamente diezmado pero a lo lejos, un Oasis se levantaba entre el desolado ambiente. Para mi fortuna no se trataba de un espejismo, sino de un refugio real para todos los que se dirigían a Gerudo Town. Tras haberme infiltrado en el pueblo en donde los hombres no son admitidos, logré entrevistarme con la líder de la tribu, la cual, inmediatamente entendió que debía colaborar con mi causa. Siendo impulsados por Sand Seals nos acercamos a la bestia que nos superaba en tamaño 100 veces a uno. Mis disparos con Bomb Arrows a sus pies fueron efectivos, mientras que mi compañera me protegía con efectividad creando un escudo de los rayos lanzados por nuestro adversario. Logré lo que parecía imposible, estaba dentro de mi primer templo tras casi 20 horas de juego. Esto es The Legend of Zelda: Breath of the Wild.