La frustración de ser uno de los empresarios tecnológicos más poderosos ha pasado factura a Sam Altman. Con aires de víctima, el magnate se desahogó recientemente en redes sociales por los ataques que recibe a pesar de, según sus propias palabras, llevar "una década trabajando para crear una superinteligencia que cure el cáncer o lo que sea". Sus lamentos llegan en pleno auge de su influencia y mientras su cuenta bancaria sigue engordando a ritmo vertiginoso, lejos de cualquier problema mundano que afrontan sus usuarios.Según publica el medio digital Futurism, el CEO de OpenAI ha mostrado sin tapujos su hartazgo por las críticas que le llueven desde todos lados, ignorando su posición privilegiada como multimillonario al frente de la empresa que ha puesto ChatGPT en boca de todos. Sus quejas coinciden con un patrimonio personal que ronda los 1.200 millones de dólares y un tren de vida repleto de propiedades y vehículos que quitarían el hipo a cualquiera.El precio de la fama en Silicon ValleyAltman no solo ha puesto el grito en el cielo por las críticas generales, sino que también montó en cólera al descubrir que los usuarios se atreven a usar su propia tecnología para hacer memes con su cara al estilo Studio Ghibli. Esta rabieta choca frontalmente con sus condiciones de vida: mansiones en Hawaii, San Francisco y Napa Valley, además de una colección de coches que, según las malas lenguas, dejaría en ridículo a más de un astro del deporte.La vida del directivo tecnológico se complica …