Samsung ya ha desvelado el mayor misterio que rodeaba a sus últimos tiempos.
El final del verano de 2016 iba a ser plácido para Samsung. Se había trabajado duro durante los últimos meses para tener a punto la nueva estrella con la que hacer frente al iPhone 7, el Galaxy Note 7. Incluso se había saltado directamente el número 6, y con él el orden lógico, para equipararse al S7 y al mencionado iPhone 7. La crítica de los primeros instantes fue prácticamente inmejorable: la estrategia iba funcionando. Pero las alertas saltaron cuando demasiados usuarios reportaron que Galaxy Note 7 explotaba de forma repentina, y se tuvo que actuar mediante un recall. O lo que es lo mismo, una de las mayores pesadillas a la que puede tener que hacer frente un fabricante. Cuando las explosiones no cesaron con las unidades de segunda ronda, se confirmó la suspensión de las ventas del terminal. Ahora sí, la peor pesadilla a la que tenía que hacer frente un fabricante.
Desde entonces, con una crisis de reputación notable y un presumiblemente alto número de cabezas rodando por el asfalto surcoreano, Samsung ha estado investigando qué es lo que falló a nivel técnico más allá de la consiguiente exigencia de responsabilidades. En un primer momento se barajó la teoría de la curvatura del dispositivo, que provocaba un contacto fatal entre ánodo y cátodo, el cual derivaba en un aumento de la temperatura que a su vez terminaba provocando la temida explosión. Luego se habló de la …