Una de las instituciones más crueles e injustas para el hombre, y para su dignidad, ha sido la de la esclavitud, felizmente abolida en casi todos los rincones del Planeta. Sin embargo, podríamos rescatar muchos de sus conceptos asociados para aplicarlo a los algoritmos y a su plasmación física robótica.
Al menos inicialmente, los robots serán nuestros, en todo el término que conlleva la plena propiedad y en el sentido que lo otorga el Código Civil. Por muy inteligentes que sean, estarán supeditados a nuestros deseos y a nuestras órdenes. Incluso a la muerte electrónica solo por nuestra mera voluntad e incluso capricho.
Así, un robot deberá responder a todo aquello que le ordenemos, obviamente dentro de su capacidad operativa. No tendrá más prerrogativas que los que queramos regalar. Sus derechos serán inexistentes y su posibilidad de acudir a la queja, nula. ¿No recuerda todo esto a la situación de un esclavo? Se asemejan en que, a pesar de poseer inteligencia, estaban supeditados a la voluntad y propiedad de un tercero.
En la antigua Roma, los esclavos, en su condición inalienable de seres humanos (distinto concepto legal de personas o de ciudadanos), tenían manifestación de voluntad y cierta autonomía. Incluso algunos podían realizar negocios en nombre del amo, el dominus serví. Pero todas las acciones civiles ejercidas por un tercero como resultado de las acciones negativas del esclavo, el servus, iban contra su dueño.
En el terreno penal, la responsabilidad recaía sobre ese dueño, obligado a resarcir el daño. …