El potencial de un producto tecnológico debería medirse por su capacidad de generar un cambio duradero en nosotros, no por sus características técnicas. Que en el corto plazo influya nuestras costumbres diarias para que en el largo se conviertan en hábitos establecidos. Hace unas pocas semanas me he dado cuenta de lo mucho que han cambiado mis sesiones de música y podcasts, así como de llamadas y mensajes. Todo porque hace siete meses que coloqué unos AirPods en mis oídos. Desde entonces, nada ha vuelto a ser igual.
Queda inaugurada la era d. A. (después de los AirPods)
Los auriculares inalámbricos con bluetooth existen desde hace años en forma de manos libres. Comenzaron con los típicos compromisos de una tecnología inmadura, como eran una autonomía y conectividad atroz. Pasó el tiempo y empezaron a aparecer los primeros auriculares para escuchar música, con mejor tecnología, conectividad y autonomía, pero no sucedió nada revolucionario.
Hace dos años que comenzó la carrera por los auriculares inalámbricos por completo, esto es, sin ningún tipo de cable. Un hito inevitable pero que dejaba sin atajar los principales problemas de este tipo de productos: una conexión de confianza y una autonomía suficiente. Apple solucionó todo esto de un plumazo en septiembre del año pasado con los AirPods, unos auriculares que parecen sacados de una novela de ciencia ficción.
Los AirPods siguen teniendo la inexplicable fecha de entrega de 6 semanas a pesar de que han pasado siete meses desde su lanzamiento
Por alguna razón que …