El legendario director neoyorkino Martin Scorsese, de ascendencia italiana, regresa a los cines con Silencio (2016), una de sus películas más desacostumbradas, que aun así se ajusta a sus preferencias.Quienes se hayan acercado a la obra de este cineasta de un modo superficial, buscando un entretenimiento que sin duda les habrá proporcionado antes con creces, considerarán que Silencio se aparta un buen trecho en temática y trasfondo de sus señas de identidad, aquellas por la que es más famoso y reconocido: las intrigas criminales con mafiosos y gánsteres, sobre sus tejemanejes, sus demonios personales y su brutalidad. De hecho, a ella pertenecen cumbres suyas como la vivísima Goodfellas (1990) y la acerada The Departed (2006), u otros títulos tan interesantes como la candente Casino (1995) y la tremenda Gangs of New York (2002), que han disfrutado sobremanera los que ven a Scorsese como uno de los popes del género tras su revitalización con la trilogía de The Godfather (Francis Ford Coppola, 1972-1990).
Pero este director tiene otras inquietudes y filmes que concuerdan con el mayor intimismo de Silencio, con su vertiente más reflexiva y emocional, tales como la contenida y espléndida The Age of Innocence (1993), que coincide al abordar la intolerancia social, o como la enérgica e inesperada The Last Temptation of Christ (1998) o la sencilla Kundun (1997) , en sus cavilaciones religiosas. Pero su nueva película resulta bastante menos apasionada y psicológica que la alucinada Bringing Out the Dead (1999), la intensa The Aviator (2004) o la …