Desde tiempos inmemorables se han catalogado a las personas que disfrutan de los videojuegos como “raras”, “freaks”, “ñoñas”, “antisociales”… incluso “vírgenes” (como si se tratara de un término ofensivo, pero en realidad es utilizado con la forma más despectiva posible).
Hasta existen aquellas personas que piensan que los títulos de juegos violentos, podrían desarrollar ciertas conductas de la misma índole en niños o jóvenes, cuando esto no es realidad del todo. Si a caso, los videojuegos son una extensión del ser humano; de sus complejos, represiones, emociones, inseguridades y aspiraciones.
Sin embargo, no nos detenemos a pensar en la trascendencia que ha tenido esta cultura en la evolución del ser humano; tanto económica, como socialmente hablando. Los videojuegos constituyen empresas que influyen en gran medida al comportamiento de niños, adolescentes y adultos.
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Por supuesto, hay graves consecuencias en el desarrollo personal si nos permitimos a nosotros mismos idealizar a las personas como si se trataran de personajes ficticios, o abandonar al mundo real por estar inmersos en universos virtuales. Todo en exceso siempre será dañino, pero no por eso deberíamos “satanizar” a los videojuegos porque, en realidad, van mucho más allá de una simple marginación social.
En lo personal, los videojuegos son mi fascinación, pero no me considero experta o gran conocedora; todavía hay muchísimas cosas que quisiera aprender o conocer y que a veces es complicado por falta de tiempo… o dinero. Vivimos en un mundo en el que debes apartar tiempo para trabajar, …