El mundo moderno tiene un componente con relativamente poco tiempo: el Internet. Antes fue la radio y posteriormente la televisión, que empezaron a entrar en las vidas de las personas de manera silenciosa pero inexorablemente. La televisión finalmente se convirtió en un gran negocio y por muchos años dominó las comunicaciones y la información, haciendo menos importantes otros medios como los impresos.
Y en estos medios masivos de comunicación un elemento importante y común, incluso en la era de Internet, fue la publicidad. Las grandes cadenas televisivas abiertas no le cobran a las personas por ver sus contenidos. El modelo de negocios se basa en que los anunciantes finalmente pagan por mostrar sus productos y así la empresa televisora vive.
Internet tiene estos elementos que nos hacen creer que es gratis. Por ejemplo, Google «regala» sus productos. Tenemos Gmail, que no nos cuesta, pero que desde su inicio se anunció que podría «leer» (a través de un sistema computarizado), los correos de sus suscriptores y así hallar palabras claves que se convertirían eventualmente en anuncios que aparecerían en sus correos.
Hubo críticas y quejas, indicando que Google violaba la privacidad, pero el gigante de las búsquedas aclaró que no están leyendo los correos para saber qué escriben los usuarios, sino que un sistema de cómputo simplemente revisa los mensajes para tratar de asociar gustos de los consumidores con palabras claves y tomar acciones publicitarias. Desde luego el escándalo ya pasó y nadie se acuerda de esto. Y todos usamos Gmail como si nada.
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