Desde el primer Galaxy S, los chips Exynos han destacado por su entrega de potencia y eficiencia energética. El Exynos 8895 del Galaxy S8 es la culminación perfecta a una trayectoria casi impecable.
El Galaxy S, como su propio nombre indica, es el octavo integrante de una larga estirpe de teléfonos móviles diseñados por la empresa surcoreana Samsung. Todos ellos, desde el primer modelo hasta el último, han destacado en múltiples aspectos, aunque en ninguno ha sido tan constante y pionero como en el rendimiento bruto de sus componentes internos.
Desde el primer Galaxy S, Samsung demostró el potencial de sus chips propios, e hizo ver que su camino hacia el éxito estaría marcado por la máxima entrega de potencia por parte de sus teléfonos móviles. Aquel primer modelo contaba con un SoC Hummingbird, cuya CPU mononúcleo de 1 GHz y su GPU PowerVR SGX540 superaban las propuestas de fabricantes como Qualcomm y rivalizaban directamente con el chip A4 de Apple, incluido por la compañía en el iPhone 4. El DAC (digital-to-analog-conversor, empleado para señales de audio) de aquel teléfono, por cierto, estaba firmado por Wolfson y fue muy elogiado por los audiófilos.
El Galaxy S II destacó en el historial de Samsung por ser uno de los teléfonos más completos y mejor construidos de la compañía.
El sistema de ficheros aplicado por Samsung a su teléfono estrella fue el único “traspiés” de la compañía en cuanto a rendimiento se refiere. Afortunadamente, un año más tarde, el Galaxy S II llegaba a las tiendas, …