Ya os hablamos hace unos días de cómo la última actualización de Windows 11 había resultado ser una pesadilla para numerosos usuarios, que vieron cómo el rendimiento y la estabilidad de sus sistemas se reducían drásticamente, en lo que ya es una experiencia demasiado habitual para quienes usan el vigente sistema operativo de Microsoft.

A través del testimonio de uno de estos usuarios afectados, compañero de Webedia, exploramos cómo una simple notificación de actualización puede terminar siendo sólo el primer paso de un problema mayúsculo.

Un viernes que comenzó con normalidad

"Empecé a trabajar el viernes como todas las mañanas. Llevaba una hora y media, aproximadamente, cuando me saltó la notificación de Windows para que reiniciase el ordenador para aplicar la última actualización que se había descargado. Era una actualización obligatoria [la KB5051987] para solventar ciertos errores que lastraban la anterior compilación de la versión 24H2".

Justo después de eso, comenzaron los problemas: primero su navegador se congeló completamente, el monitor secundario dejó de funcionar y la resolución del monitor principal se redujo... sin posibilidad, tan siquiera, de modificarla.

De todas formas, nuestro protagonista reinicia su PC, pensando que todo ello podría deberse a errores con el proceso de instalación, y no con la actualización en sí. Y ¿qué ocurre cuando la instalación de la actualización se completa?

¿La barra de inicio? No funciona. ¿Aplicaciones de terceros? Estaban tardando "hasta 10 minutos en abrirse". Y ninguno de los problemas previos al reinicio se han solventado.

"Ahora mi PC es un …