GNOME fue mi primer amor. Siempre fui fan de aquel escritorio clásico de GNOME 2 en la época en la que Metacity era el gestor de ventanas. Mi primera distro fue Ubuntu 6.04 y como le pasa a casi cualquiera que un día decide probar Linux con algo de entusiasmo, no fue ni de lejos la última en los siguientes años, ni GNOME el único escritorio que usé. Pero como casi cualquier fan inmaduro de GNOME que se respete, siempre miré mal a KDE.
Los escritorios de Linux hoy están a años luz de lo que eran en esa época, algunos han desaparecido, otros han mutado, y otros han evolucionado a niveles bastante sorprendentes. En mi humilde opinión la evolución de KDE ha sido quizás la más interesante de todas. Después de pasar más de una década sin querer mirarlo ni de lejos, ahora me tiene fascinada.
El Plasma malo y el Plasma bueno
KDE Plasma 4
Mi primera experiencia con KDE fue con Fedora y fue terrible. Eran los días de Plasma 4, y no es que KDE fuese un mal escritorio o que fuese peor que algo como GNOME, es que era demasiado pesado. KDE era como el Windows Vista de Linux, muy llamativo y todo lo que quieran, pero era difícil tener una máquina en la que no terminara arrastrándose.
En Genbeta
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