Publicado por: El Espectador
Publicado en: 21/01/2017 20:00
En septiembre de 1941, Richard Evans Schultes llegó por primera vez a Bogotá. Ese mismo año había terminado sus estudios doctorales en Harvard, tras una larga investigación etnobotánica sobre el oliliqui, una semilla que según las crónicas españolas era usada por los aztecas para la adivinación, y el teonanácalt, una preparación con hongos alucinógenos que, al parecer, se servía en la ceremonia de coronación de los emperadores aztecas y que durante años se dio por perdida o llegó a confundirse con el peyote.Una mañana, mientras Schultes preparaba en Oaxaca los ejemplares de plantas que llevaría de vuelta a Estados Unidos, un hombre mazateco le llevó un puñado de “niños santos”, los hongos frescos que compondrían la primera colección de ejemplares botánicos que sacarían al teonanácatl del olvido y que, años más tarde, tras el análisis realizado por Albert Hoffman llevarían a la sintetización del LSD y al comienzo de la era psicodélica.Schultes llegó a Colombia con 26 años y gracias a una beca de investigación que lo llevó a la cuenca del río Amazonas con la intención inicial de identificar las plantas con las que los nativos preparaban venenos empleados tanto en la pesca como en la caza. En ese momento el curare, que era como se llamaba genéricamente a este tipo de preparaciones, era considerado particularmente prometedor en el mundo farmacéutico para la elaboración de anestésicos.A pesar de esto, a finales del 41, tras el ataque de los japoneses a Pearl Harbour, el viaje de Schultes se tuvo que …