Publicado por: El Espectador
Publicado en: 04/02/2017 19:30
“Todo aniversario invita a la introspección, pero algunos la hacen ineludible. La fascinación por el sistema decimal, sobre la que ironizaba Borges, atribuye significados místicos a ciertas efemérides y llegar a cincuenta años es, para las personas y para las entidades, un momento particular, propicio a revisar la propia historia”.La propia historia, en este caso, incluye miles de presentaciones y horas entregadas al disfrute pleno de la música: la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, en Bogotá, completó 50 años de existencia en 2016. Como parte de los festejos se comisionó un libro para interpretar el legado de este lugar, tanto como institución cultural, como arquitectónica. Las palabras de apertura de esta nota, escritas por Alberto de Bigrad Pérez, pertenecen a ese texto.Pero esto fue el año pasado. Y, como dice el refrán, la música debe continuar. El problema es que la experiencia musical en vivo suele tener problemas al atravesar la barrera del tiempo. En muy buena parte, un concierto se agota al instante, arde en el fuego de lo inmediato. ¿Qué significa, entonces, hablar del legado cultural de un escenario hecho para la música en vivo?Significa, en primer lugar, miles de horas de grabación de buena parte de casi todas las presentaciones de la sala. Pero de esas hablaremos un poco después. Y también entraña una base de datos: la memoria de quién tocó qué pieza y cuándo.“Cuando arrancamos el proyecto de Opus, lo veíamos como una herramienta de consulta interna, algo que me iba …