En la gestión empresarial, especialmente en el ámbito del desarrollo de software, los incentivos están diseñados para motivar a los empleados a alcanzar sus metas con mayor eficiencia y productividad. Sin embargo, todo incentivo mal formulado tendrá efectos indeseados, fomentando un comportamiento no buscado en los miembros de la plantilla.
El economista Gary Becker ganó el Premio Nobel de su disciplina en 1992, gracias a la afirmación de que las personas responden a incentivos (bueno, y a toda la investigación que hizo en torno a la misma, claro). El delito no se explicaba, según Becker, por la irracionalidad, enfermedad mental o mera influencia social: los delincuentes eran meros actores racionales reaccionando ante los incentivos disponibles.
Este fenómeno ha sido recientemente resumido de manera concisa y humorística en un tuit viral por el desarrollador Santiago L. Valdarrama, que expone por qué intentar recompensar el trabajo de los programadores basándose en métricas superficiales suele conducir al fracaso.
Valdarrama expone su caso a modo de fábula en el que una misma empresa va pasando por todos y cada uno de los errores posibles en este campo. Eso no suele ocurrir, claro, pero sí es fácil encontrar ejemplos de empresas que caen en uno u otro de ellos.
Imagen con la que Valdarrama ilustraba su tuit.
Primer error: centrarse en los bugs
Todo comienza con una medida aparentemente lógica: "Paguemos más a aquellos que solucionen más bugs".
Este es un enfoque directo, que parece premiar a …