El eslogan de sus primeros anuncios era presuntuoso pero certero: «El único». Se referían al Walkman, el reproductor de cintas de casete que catapultó a Sony al cielo de la industria discográfica. Este simple aparato fue uno de los mayores éxitos de la compañía japonesa. Y fue uno de los inventos que más ha condicionado la manera de utilizar los dispositivos tecnológicos en la historia. Apareció en 1979 y, pese a estar enterrado, representa un icono de los años ochenta.
Era un aparato que le caía muy bien a cualquier atuendo. Fue el peón que colocó la primera piedra de la música portátil, que décadas después revolucionaria Apple con su iPod (2001). Rompió récords de ventas a pesar de que, de partida, su elevado precio condicionaba su adopción. Le dio un gran baquetazo al vinilo, hoy recuperado para los que se dicen melómanos. La historia detrás del Walkman es la historia de la inmersión cultural, de la capacidad de disfrutar de las canciones en la intimidad. Aunque existen controversias sobre la autoría de este dispositivo, el TPS-L2 fue el pionero.
Su importancia radica en su diseño. Podías escuchar tus discos preferidos desde cualquier lugar. Porque inauguró la era de la música portátil, revolucionó su consumo. Inspiró, además, a todo lo que vino después porque durante estos cuarenta años ha visto desfilar numerosos productos como la aparición del Discman (1984), la revolución del MP3 (1998). El propio Steve Jobs, cofundador de Apple, recogía aquel legado en el momento en el …