La historia necesita de mitos a los que agarrarse. Las mentes brillantes que han revolucionado la sociedad actual con sus servicios digitales desconocían lo que estaban inventando. De adolescente, Jack Dorsey, creador de Twitter, plataforma de mensajes que ha servido para «democratizar» la sociedad, le apasionaban los mapas, pero echaba de menos algún código que permitía dibujar a los ciudadanos. Así nació la aplicación del pajarito. Facebook, por el contrario, se gestó en la universidad en un momento en el que las redes sociales ya existían como MySpace. Ahora, su fundador Mark Zuckerberg se alza para reescribir su creador amparándose en que lo creó para defender la libertad de expresión.
Un concepto inerte y vacuo que dice muchas cosas pero que, a su vez, encarna los mayores desafíos de las sociedades occidentales. Controlar los flujos conversacionales ha sido uno de los objetivos de todos los gobiernos. En los tiempos de la bidireccionalidad promulgada en redes sociales el acceso a la información se ha multiplicado. Pero desde la industria de la tecnología se intenta mandar un mensaje a la sociedad: queremos proteger vuestra privacidad. Lo hacen después de varios años en los que se han mirado con lupa por parte de los reguladores y se les ha criticado duramente (a los servicios digitales) de mirar más por su negocio que por la salud social.
Este jueves, en una charla en la universidad de Georgetown (Washington), Mark Zuckerberg ha defendido, primero, la libertad de expresión avanzando además su salida de China, y …